Somos imagen y semejanza de Dios, convocados para vivir en comunidad y complementarnos los unos a los otros dentro de nuestra diversidad de dones y carismas que hemos recibido para ponerlos al servicio de los demás.
Dentro de nuestro caminar por este mundo vamos encontrando personas con las cuales nos identificamos mejor. En nuestras relaciones interpersonales vamos teniendo una serie de experiencias que nos permiten alejarnos o acercarnos al “otro” ese otro con quien voy descubriendo fortalezas y debilidades, sueños, fracasos, logros. De ahí que cuando cimentamos una amistad corremos el riesgo de que ese “otro” sea como yo quiero que sea y en muchas ocasiones vivimos aquellas expectativas frustradas que nos afligen y nos quitan la paz.
En medio de este semi-desierto africano, en un clima de oración y silencio me cuestiono para mis adentros y en coloquio con el Señor le digo qué difícil es dejar que el “otro sea”. Es un gran reto hacer vida eso, amar desde la libertad, comprender, perdonar, llenarnos de paciencia para entender que ese otro es regalo de Dios, es misterio porque así como a mí, Dios le ama y le ha dado la oportunidad de vivir y sobre todo de ser feliz.
Creo que uno de los primeros pasos que se debe dar en estos procesos es ser humildes pacientes y mansos de corazón. Por eso dejemos a un lado nuestros egoísmos, dejemos al “otro ser” para lograr enriquecerme con él desde un dar y recibir desinteresado, libre y lleno de mucho amor.
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