Para algunos puede sonar un poco extraño la expresión "la alegría de ver llover" especialmente para aquellos que ver llover les es tan común que ya no les dice mayor cosa o aquellos que desean que deje de llover para evitar más inundaciones.
Para los que vivimos en lugares semidesérticos como Tuum, ustedes no se alcanzan a imaginar cómo nos alegramos cada vez que llueve porque notamos cómo la naturaleza agradece la lluvia bendita ya que todo se torna fresco, bonito y diferente.
Recuerdo que una tarde estabamos lavando la casa con la Hermana Milena y el Padre Pablo cuando de repente empezó a llover. Mi corazón saltó de alegría porque era la primera vez que llovía en dos meses viendo todo seco. Fue una tarde diferente que marcó mi vida porque pude unirme a la gratitud que sienten nuestros hermanos samburos cuando llueve.
En la noche cuando estaba frente al Santísimo, después de darle gracias por la bendición del dia, pensaba que definitivamente nuestra vida sin Dios es "como tierra árida, desgastada sin agua" y que solo él es capaz de llenarla con esa agua que "salta hasta la vida eterna".
Que cada día que vivamos sea de la mano del dador de vida, de la fuente de amor que es Jesús de Nazareth quien vino a enseñarnos que tenemos un Padre que quiere que seamos felices.
Que a ejemplo de las flores, árboles y la naturaleza toda, podamos recrear todos esos valores que como hijos e hijas hemos heredado del buen Dios y que nunca se nos acaben las ganas de vaciar nuestra vida de todo aquello que nos hace mal y llenarla con todo lo hermoso que tenemos y aprendemos de los demás.